domingo, 18 de mayo de 2014

Lo mío es mío y lo tuyo es mío también - Concentración mediática

Luego de la caída del Muro de Berlín la lógica de funcionamiento de los medios cambia, dejan de ser usinas de ideas y debate para transformarse en productos mercantiles que responden a (y se guian por) las reglas del mercado. Este cambio facilita la conformación de grupos y esta conlleva una obligación de diálogo entre el poder político y el poder económico representado en estos multimedios.
La historia en Argentina es la historia de la construcción de otro muro luego de la caída en 1989. Esta pared protectora se erige en torno a la Ley 22.285, la Ley de Radiodifusión sancionada por el gobierno de facto de Rafael Videla. La protección, ya sea por acción u omisión es constante, ya que no es hasta 2009 que se sanciona la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, ley que dejará sin efecto una que había sido aprobada por los militares.
Más allá de los clichés construidos en torno a la década, no es mentira que los ’90 dejaron un saldo altísimo y casi total de privatizaciones y venta de todo tipo de empresas productoras y prestatarias de servicios. Es justamente en esta época que las modificaciones a la ley de radiodifusión facilitan la conformación de grandes grupos empresarios que empiezan a adquirir, poco a poco, señales de televisión, medios gráficos, medios radiales y demás medios de comunicación.
Ya en 1980, el Informe MacBride de la Unesco advertía sobre los riesgos de la concentración mediática. Habiendo partido de la idea de analizar las problemáticas comunicacionales en el mundo moderno, en particular con relación a la comunicación de masas y la prensa, su objetivo era establecer posibles soluciones y promover la paz y el desarrollo de las sociedades. Uno de los apartados repara específicamente en la concentración.
En dicho informe, si bien se tienen en cuenta las posibles ventajas de que un par de manos manejen más que un par de medios si están guiadas por la buena fe y el deseo de progreso, se reconoce que es una de las más grandes amenazas a la libertad de expresión si los intereses que subyacen detrás son económicos. Las tasas de interés y el fluir del capital deberían ser ajenas al incentivo para adquirir variedad de medios de comunicación.
Incluso en los años que el informe se realiza alrededor del globo, varios países ya tenían sancionadas leyes que controlaban los mecanismos monopólicos y les establecían regulaciones para la adquisición y conservación de licencias. En este sentido, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual no sería un elemento extraño, pero si puede ser considerado coercitivo en el contexto histórico actual.

Si bien es cierto que el debate en torno a la nueva Ley parece volverse eterno, es indispensable la plena aplicación de una norma que derogue la histórica ley de la dictadura, complementada con los retoques neoliberales, que además de su antigüedad, facilita la concentración de muchos medios en poquísimas manos. 

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